El ritual de ñatitas es profundamente colonial, cristiano y andino, según la mirada histórica

El culto a las ñatitas (calaveras) tiene una raíz profundamente colonial y cristiana, dice el historiador Pablo Quisbert, antes de hacer notar que este uso de los cráneos humanos ha quedado registrado en el arte colonial (en pinturas de frailes en su celda junto a un cráneo) queriendo significar la fragilidad de la vida y la finitud de los bienes materiales.

La época colonial muestra la existencia de un uso permitido y tolerado de las calaveras como práctica religiosa. Actualmente el uso de las Ñatitas es algo distinto pues se celebra un ritual cada 8 de noviembre en la ciudad de La Paz y en otros puntos del país. Los devotos esperan con su calaverita adornada de flores, gorros, sombreros, gafas u otros objetos en el Cementerio General hasta lograr la bendición católica, con la creencia de que el alma del cráneo los protegerá en el año venidero de distintos maleficios que podrían presentarse.

Como especialista en historia del periodo colonial, Quisbert explica que una ayuda para entender el origen de este ritual data de la época en que existían las Cofradías de las Ánimas del Purgatorio, una de las tantas asociaciones religiosas unidas entorno a la advocación de un santo o una virgen y que además cumplía funciones de socorro y ayuda mutua. La presencia católica era tan fuerte que tan solo Potosí contaba con 150 cofradías.

Las Cofradía de las Ánimas del Purgatorio tenían el objetivo específico de “rescatar” las almas del purgatorio para que pudieran pasar a un estado celestial, y esto se hacía a través de la oración, las misas para redimir almas y el pago de limosnas. Quisbert afirma que la gente había formado un imaginario que incluía la aparición de almas penantes a algunas personas, y especialmente las almas de quienes alcanzaron la muerte de manera violenta sin alcanzar a confesar sus pecados o recibir los sacramentos, por tanto en el purgatorio.

Costumbres bolivianas“La gente creía que si sacábamos un alma del purgatorio, estas almas iban a retribuir el favor con la protección”, dice el historiador para hacer una referencia directa a la actual celebración de Ñatitas. El imaginario popular en la época colonial era reforzado por el Libro de gritos de las ánimas del purgatorio que refuerza la idea de que éstas tenían la capacidad de proteger a sus devotos de sus enemigos. La fiesta de las ánimas del purgatorio caía el 2 de noviembre, y varias cofradías establecieron una octava (ocho días después).

Los registros citados por Quisbert muestran un caso en 1784, en Cochabamba, cuando las autoridades civiles intentaban erradicar la costumbre, realizada entre el 29 y 30 de noviembre, de sacar a los muertos de sus tumbas para celebrar con ellos y posteriormente volverlos a enterrar. Las autoridades tenían el argumento de que se trataba de un hecho atentatorio a la higiene, pero la Iglesia Católica defendía la práctica realizada por sus cofradías.

Esta explicación no niega el proceso de “extirpación de idolatrías”, aunque lo relativiza pues la Iglesia Católica sí condenaba que los indios sacaran a sus muertos del camposanto para llevarlos a enterrar en sus casas o chullpares, pero defendía que sus cofradías realizaran estos ritos con los sepultados ricos en los templos y los enterrados del pueblo en general en el cementerio.

Este miércoles en el auditorio del Tambo Quirquincho, Quisbert compartió sus reflexiones y hallazgos con un auditorio reunido en un Akhulli-Conversatorio, organizado por la Oficialía Mayor de Culturas y la Delegación Municipal para el Fomento de la Interculturalidad de la alcaldía de La Paz.

En el encuentro participó el ch’amaqani Jorge Laruta, quien precisó que la muerte no existe en el pensamiento andino, sino que se trata de un paso más para la “verdadera vida”, y que los ajayus (almas) acompañan todo el tiempo a los vivos, no solamente durante Todos Santos.

Laruta explicó que si bien no existen fuentes a las que se pueda consultar para conocer el pasado del ritual de las actuales Ñatitas, desde el punto de vista de los ritos andinos, se sabe que la idea era que el ajayu pueda reunirse con los huesos, para lo cual se desenterraba a los muertos, se los limpiaba y adornaba y se los acompañaba durante un tiempo.// PIEB

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